El origen de IMPA y la sombra de la Guerra

En los relatos históricos circulan muchos mitos que a fuerza de repetición terminan considerándose como ciertos. A veces esos mitos son reproducidos solo por el “saber popular”, otras veces por fuentes gubernamentales, y más raramente, incluso por historiadores académicos. Pero en ocasiones, son todas esas voces las que persisten en regenerar hechos más cercanos a la fantasía que a la realidad: tal es el caso de los orígenes de IMPA.

Durante mucho tiempo, circuló la idea de que la IMPA (Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentina) era una empresa de origen alemán. Sin mayores precisiones, este dato fue sostenido en medios de prensa, tesis doctorales, e incluso por los mismos trabajadores/as de la fábrica, quizás, debido a que durante parte de la II Guerra Mundial, su accionista principal fue un austríaco investigado por el Departamento de Estado norteamericano, y que, la empresa fue expropiada durante el gobierno del General Edelmiro Farrell (1944–1946) siendo puesta bajo la administración del mismo ente la “Junta de Vigilancia y Disposición Final de la Propiedad Enemiga”, que englobaba a las empresas expropiadas a los alemanes tras la declaración de guerra al Eje.

Sin embargo, la investigación realizada por el equipo del Museo IMPA, logró reunir la información pertinente (documentación de la empresa, estatal, externa, relatos orales) que llevó a constatar que IMPA fue desde su origen una empresa de capitales argentinos.

Lejos del mito del origen germano y de su supuesta fundación en la década de 1910, la documentación respalda que tuvo su inicio a fines de los años ’20 o principios de los ’30 bajo el nombre de “Lienau y Cía” con el mexicano naturalizado argentino, Roberto Lienau y el Ingeniero José Mario Sueiro como sus fundadores. Años después, tras la fusión, en 1940, con la joyería de Honorio Grech pasó a denominarse “Lienau, Sueiro y Grech Soc. Resp. Ltda.”, hasta que, finalmente en 1941, adquirió el tradicional nombre de IMPA s. a.

Pero retomando el “mito de origen”, el intrincado camino nos lleva a la controvertida figura de un bon vivant austríaco: Friedrich “Fritz” Mandl (1900–1977).

Mandl provenía de una familia de origen judío que era propietaria de la gran empresa de armamentos austríaca “Hirtenberger”. Una empresa que, para 1929, contaba nada menos que con 25.000 empleados, y, que sin pruritos ideológicos, vendía sus municiones a la Italia fascista, a la Bolivia en guerra con Paraguay en 1932, al bando nacional de Franco tanto como a las milicias populares durante la Guerra Civil Española, así como a la Argentina, China, Irak, Bulgaria, Chile o Grecia.

Fritz Mandl fue nombrado gerente general de Hirtenberger en 1929, cuando su padre se retiró del negocio, precisamente en momentos de gran efervescencia en Europa Central, tanto por la crisis económica como por el surgimiento y afianzamiento de regímenes políticos autoritarios. En este sentido, a juzgar por sus relaciones comerciales y de amistad, Mandl puede ser caracterizado como un filofascista con importantes contactos dentro del gobierno nacionalista de Austria. Tuvo también contactos con la Italia fascista, y, para favorecer a su empresa, no dudó en violar el Tratado de Versalles vendiéndole municiones a Alemania. Por esos años, además, durante una de las fiestas nocturnas que tanto amaba, Mandl se hizo amigo del príncipe austríaco Ernst Rüdiger Starhemberg, quien sería vicecanciller de Austria, dirigente de la Heimwehr, y tan parrandero, mujeriego y amigo de las copas como Mandl.

Su posición social no evitaría, sin embargo, que tras la anexión de Austria por Alemania, tuviera que huir de su país para evitar ser llevado a un campo de concentración como ocurrió con los austrofascistas. La Hirtenberger fue expropiada al igual que todos sus bienes tras ser acusado Mandl de “alta traición” por la Gestapo. No obstante, conocedor de los manejos financieros, pudo desviar parte de su fortuna, y, hallándose en Francia, emigró en 1938 a la Argentina, donde su empresa tenía negocios desde muchos años atrás.

En nuestro país, trató de revitalizar viejos lazos, como por ejemplo los que tenía con Basilio Pertiné, ministro de Guerra hasta 1938, luego presidente del Círculo Militar, intendente de la ciudad de Buenos Aires, y director de la empresa Siemens- Schukert S.A.

Fritz Mandl invirtió en empresas agrícolas, compró una mina de carbón en Mendoza y la cuarta parte de la compañía naviera Mihanovich. A la vez, realizó negocios en otros países, entre ellos Estados Unidos, donde compró una productora cinematográfica y una cervecería, por ejemplo.

Con la ciudadanía argentina, que le fue otorgada el 29 de abril de 1942 bajo el gobierno del radical Roberto Ortiz, Mandl compró la fábrica de bicicletas “Cometa S.A.” de la localidad de San Martín. Fue por esos años que comenzó a poner su ojo en IMPA, que ya fabricaba bienes de metales no ferrosos para el mercado interno, así como municiones y pertrechos para el ejército, aviones e incluso, bicicletas.

Fritz Mandl no perdió tiempo e hizo las gestiones necesarias para adquirir una parte de IMPA. Es así como durante 1943 adquirió las acciones que estaban en manos de Vera Forum de Lienau, viuda de Roberto Lienau, uno de los fundadores de la empresa, como también, compró sus partes a pequeños accionistas. De esa forma y a despecho de José Mario Sueiro (fundador y director de la firma), Mandl pasó a ser socio mayoritario de IMPA figurando oficialmente como parte del directorio desde octubre de 1943.

Al poco tiempo, Mandl logró fusionar “Cometa S.A.” con IMPA, y la fábrica de San Martín se reconvirtió en “IMPA armamentos”, una de las cuatro sedes que tendría la empresa (junto con IMPA Quilmes, IMPA Ciudadela e IMPA Almagro).

Pero no todo resultó tan promisorio para Fritz Mandl. Lejos de la persecución nazi, se encontraba ahora, por sus negocios y relaciones (amistosas y comerciales), en la mira del FBI y del Foreign Office británico. Bajo la sombra de la II Guerra Mundial, su figura era señalada como la de un agente al servicio del nazismo, y en el marco de los intereses comerciales de Estados Unidos por obtener el mercado local ocupado por compañías alemanas, las empresas de Mandl se encontraban en medio de una fuerte investigación. Tal es así que, tanto Fritz Mandl como IMPA fueron incluidos en una lista negra por el gobierno estadounidense.

Frente a esa marea de presiones, sumado a que el gobierno argentino consideraba fundamental sostener las industrias estratégicas de cara a un contexto de guerra, Mandl tuvo que alejarse de IMPA y finalmente vender sus acciones en 1944. De esa manera, IMPA volvió bajo el control de su fundador José Mario Sueiro, aunque no por mucho tiempo: el gobierno de Farrell la intervino en 1945 y la expropió definitivamente en 1946.

La errática vida de Fritz Mandl continuó por unos años en la Argentina sin que en nuestro país o el exterior se pudiera probar su calidad de agente nazi, y, finalmente en 1955 volvió a su Austria natal.

Su figura se paseó por los pasillos de IMPA por menos de un año, pero, bajo la sombra de la Guerra, fue suficiente para identificar equivocadamente a nuestra fábrica con un falso origen alemán.

Nicolás Ricatti. Equipo Museo IMPA