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Museo IMPA

Unico Museo Vivo de la Cultura del Trabajo y de la Identidad Obrera

Categoría

Crónicas del Museo

Relatos e Historia de la fábrica y su gente

2 de Septiembre – DÍA NACIONAL DE LA INDUSTRIA

Luego de que los propios trabajadores y trabajadoras de IMPA (Industria Metalúrgica y Plástica Argentina) recuperaran la fábrica en 1998 —por ese entonces en situación de quiebra—, y lograran sacarla adelante lentamente, una de los aspectos más impactante que vivieron fue la reactivación de las máquinas, y con ello, del trabajo.

Oracio Campos (así, sin H), primer presidente de IMPA como empresa recuperada, en una de las tantas charlas con el Museo IMPA recordaba una y otra vez: «cuando entré y sentí las máquinas que andaban, me agarró una emoción que me quedé parado ahí… ¿cómo? ¡si la teníamos perdida la fábrica! ¡otra vez el ruido!”

Ese ruido fabril que revitalizaba a los trabajadores era también parte de la identidad barrial, como cuenta Ana María, vecina, coordinadora del Centro de Jubilados Dulces Encuentros y amiga de IMPA: «tenía incorporado el ruido de las máquinas como tenía incorporado el tren. Era algo como que te acompañaba, lo mismo que la sirena de la fábrica».

Hoy, los trabajadores y trabajadoras de IMPA continúan adelante con la producción fabril tras muchos años de lucha, incorporando a su historia de mas de 80 años, a trabajadores/ras de la cultura y de la educación.

Quizás, no sea casual que el «Día de la Industria» se haya establecido en 1941, el mismo año en que el antiguo establecimiento Lienau, Sueiro y Grech Soc. Resp. Ltda. pasara a llamarse IMPA, bajo el lema «Una industria al servicio de la Patria».

A modo de ilustrar aquella época tomamos prestado el link de DIFILM (http://www.difilm-argentina.com) que corresponde a la exposición industrial de 1942, de la que IMPA formó parte. Que lo disfruten!

©Difilm-argentina

CRÓNICAS DEL MUSEO IMPA EN CUARENTENA

Prototipo IMPA-RR11.

A 78 años del primer avión argentino fabricado por una empresa privada.

Por Nicolás Ricatti

Este 25 de julio se cumplen 78 años del vuelo inaugural del prototipo IMPA RR-11, el primer avión realizado por una empresa privada argentina, que fue, además, construido en el marco de un proyecto mayor de fabricación de diversos prototipos (de turismo, entrenamiento militar y transporte liviano), en una época en la que la aeronáutica argentina estaba aún en ciernes pero, cuyo desarrollo se veía estimulado por el contexto de la Segunda Guerra Mundial.

En 1942, IMPA – Industria Metalúrgica y Plástica Argentina, era una empresa en pleno proceso de expansión dedicada al rubro metalúrgico. Contaba con más de 10 años de existencia dedicados a la producción de bienes en metales no ferrosos (aluminio, cobre, estaño) para el mercado interno. Un mercado que no había dejado de crecer gracias al llamado proceso de desarrollo por sustitución de importaciones generado por la Crisis del ’30 y la caída del comercio mundial, que provocaron que muchos países debieran producir muchos bienes de consumo que antes importaban.

En este sentido, el caso de IMPA no fue excepcional, sino que, a la par de muchos otros talleres y fábricas de entonces, creció acorde a la demanda y la caída de las importaciones. En sus instalaciones de la calle Querandíes 4288 de la ciudad de Buenos Aires se fabricaban pomos y estuches para la industria cosmética, y, con el aumento de clientes, la producción se diversificó incorporando la elaboración de ollas, sartenes, pavas, alfileres, botones, bicicletas y un sinnúmero más de productos (1).

La gran acumulación de capitales permitió al Ing. José Mario Sueiro, fundador de IMPA, incursionar en un proyecto en el que había pensado durante sus viajes a Europa para comprar maquinaria: la fabricación de aviones.

La aviación era una industria que tenía pocas décadas de desarrollo en el mundo y todavía estaba en ciernes en la Argentina. En nuestro país aún no había ingenieros ni obreros especializados, no había producción de materias primas para el rubro ni un mercado propicio. Por ello, fue en París, al conocer al Ing. Alfredo Davins Ferrer (2), cuando Sueiro vio posibilidades más tangibles de concretar su proyecto.

Davins Ferrer era un joven ingeniero español (nacido en 1911 y recibido en 1932), con una trayectoria mayor como piloto que en el diseño de aviones. Aún así, José Mario Sueiro lo convenció, y, Ferrer vino a la Argentina para concretar el proyecto. En 1941 comenzó a trabajar en el diseño del primer avión de IMPA: el prototipo RR-11, un monoplano biplaza de 7,42 m de largo, con motor Lycoming 0-145-B2 de 65 HP (3).

Modelo RR-11. «Ahora» periódico ilustrado. Año VIII, N° 742, 31 de julio de 1942.

Los trabajadores de IMPA construyeron el avión en el cuarto piso de la fábrica, usando madera de pino spruce y abedul, pero la novedad del proyecto fue tal que derivó en un imprevisto: cuando quedó terminado, las autoridades notaron que no había cómo sacarlo de la fábrica. Finalmente se decidió romper una de las paredes de la fachada del edificio de Querandíes para sacarlo a la calle (4).

Aunque se hicieron pruebas en junio de 1942, el bautismo de vuelo del IMPA RR-11 fue el 25 de julio de ese año —durante el gobierno de Ramón S. Castillo (1942-1943) sucesor del recientemente fallecido presidente Roberto Ortiz—, y, el vuelo inaugural del prototipo se realizó en el aeródromo de Gral. Pacheco. El Ing. Sueiro y los trabajadores estaban exultantes a juzgar por las notas periodísticas; no era para menos, a excepción del motor, la totalidad del avión se había hecho en IMPA, incluso los velocímetros, taquímetros, brújula, etc. (5). Además estaban presentes varias autoridades nacionales, como el director de Aeronáutica Civil, Dr. Samuel Bosch y el director de Fabricaciones Militares, Cnel. Savio, lo que demuestra el interés del gobierno, y, el de sectores militares nacionalistas por el desarrollo del proyecto aeronáutico. Afortunadamente el vuelo fue auspicioso y el prototipo ganó los elogios del piloto Ciro Comi, encargado del estreno.

El logro de este primer avión argentino hecho por una empresa privada fue posible gracias a las decenas de trabajadores y trabajadoras de IMPA que se abocaron a dicha tarea, a pesar de no tener experiencia previa en el rubro. Así es como las crónicas de la época destacan y exhiben fotografías de los obreros y las obreras divididos en tareas específicas para la concreción del proyecto.

Trabajadores de IMPA. «Ahora» periódico ilustrado. Año VIII, N° 742, 31 de julio de 1942.

Sin embargo, la fabricación del RR-11 no fue tan sencilla y hubo que vencer algunos escollos generados por la «falta de la unificación y de la centralización que tan imperiosamente requiere nuestra aeronáutica», según mencionaba el Ing. Sueiro en un reportaje en 1942.

En efecto, la falta de profesionales, el poco desarrollo de la producción de materias primas locales destinadas a la aeronáutica y la falta de obreros especializados fueron algunos de los inconvenientes a sortear. Por ello, el mismo Sueiro, entre otras cosas, mencionaba que era preciso «establecer laboratorios que estudiando afanosamente y sin desmayo, den las formas para extraer de nuestra tierra, pletórica de materias primas, los materiales que nuestra industria necesita», más aún, en el mismo reportaje publicado por el periódico «Ahora» el 31 de julio de 1942, el dueño de IMPA resalta que «todo industrial, movido por sentimientos patrióticos, tiene la obligación y debe empeñarse en que las materias primas que nos vienen del extranjero, sean suplantadas a cualquier precio, por elementos nacionales» (6).

Con el entusiasmo por el éxito inicial del prototipo RR-11, IMPA continuó con el diseño de otros prototipos y la fabricación de aviones de turismo y entrenamiento así como de aeroplanos. El IMPA Chorlito y el IMPA TU-sa son ejemplos de ello. Incluso, en 1944, se inauguró la sede de IMPA Quilmes dedicada exclusivamente a la aviación y en cuya apertura se realizaron demostraciones de vuelo y saltos de paracaidistas.

IMPA comenzaba así, a dejar su huella en la historia de la industria aeronáutica local.

(1) Silva, Horacio. «Informe sobre los orígenes de la fábrica IMPA». Inédito.(2) «Ahora» periódico ilustrado. Año VIII, N°742, 31 de julio de 1942. (3) Sale, Atilio. «Aviones argentinos». Buenos Aires. Editorial CID, 1987. (4) Mencionado por los vecinos en el marco de entrevistas del trabajo de reconstrucción de la Memoria Social llevado adelante por el Equipo Museo IMPA. (5) Revista sin identificar. «IMPA, un establecimiento que honra al país», 1942. pp. 34-35. Archivo Museo IMPA.(6) «Ahora» periódico ilustrado. Año VIII, N° 742, 31 de julio de 1942.

El origen de IMPA: un falso origen alemán

El origen de IMPA y la sombra de la Guerra

En los relatos históricos circulan muchos mitos que a fuerza de repetición terminan considerándose como ciertos. A veces esos mitos son reproducidos solo por el “saber popular”, otras veces por fuentes gubernamentales, y más raramente, incluso por historiadores académicos. Pero en ocasiones, son todas esas voces las que persisten en regenerar hechos más cercanos a la fantasía que a la realidad: tal es el caso de los orígenes de IMPA.

Durante mucho tiempo, circuló la idea de que la IMPA (Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentina) era una empresa de origen alemán. Sin mayores precisiones, este dato fue sostenido en medios de prensa, tesis doctorales, e incluso por los mismos trabajadores/as de la fábrica, quizás, debido a que durante parte de la II Guerra Mundial, su accionista principal fue un austríaco investigado por el Departamento de Estado norteamericano, y que, la empresa fue expropiada durante el gobierno del General Edelmiro Farrell (1944–1946) siendo puesta bajo la administración del mismo ente la “Junta de Vigilancia y Disposición Final de la Propiedad Enemiga”, que englobaba a las empresas expropiadas a los alemanes tras la declaración de guerra al Eje.

Sin embargo, la investigación realizada por el equipo del Museo IMPA, logró reunir la información pertinente (documentación de la empresa, estatal, externa, relatos orales) que llevó a constatar que IMPA fue desde su origen una empresa de capitales argentinos.

Lejos del mito del origen germano y de su supuesta fundación en la década de 1910, la documentación respalda que tuvo su inicio a fines de los años ’20 o principios de los ’30 bajo el nombre de “Lienau y Cía” con el mexicano naturalizado argentino, Roberto Lienau y el Ingeniero José Mario Sueiro como sus fundadores. Años después, tras la fusión, en 1940, con la joyería de Honorio Grech pasó a denominarse “Lienau, Sueiro y Grech Soc. Resp. Ltda.”, hasta que, finalmente en 1941, adquirió el tradicional nombre de IMPA s. a.

Pero retomando el “mito de origen”, el intrincado camino nos lleva a la controvertida figura de un bon vivant austríaco: Friedrich “Fritz” Mandl (1900–1977).

Mandl provenía de una familia de origen judío que era propietaria de la gran empresa de armamentos austríaca “Hirtenberger”. Una empresa que, para 1929, contaba nada menos que con 25.000 empleados, y, que sin pruritos ideológicos, vendía sus municiones a la Italia fascista, a la Bolivia en guerra con Paraguay en 1932, al bando nacional de Franco tanto como a las milicias populares durante la Guerra Civil Española, así como a la Argentina, China, Irak, Bulgaria, Chile o Grecia.

Fritz Mandl fue nombrado gerente general de Hirtenberger en 1929, cuando su padre se retiró del negocio, precisamente en momentos de gran efervescencia en Europa Central, tanto por la crisis económica como por el surgimiento y afianzamiento de regímenes políticos autoritarios. En este sentido, a juzgar por sus relaciones comerciales y de amistad, Mandl puede ser caracterizado como un filofascista con importantes contactos dentro del gobierno nacionalista de Austria. Tuvo también contactos con la Italia fascista, y, para favorecer a su empresa, no dudó en violar el Tratado de Versalles vendiéndole municiones a Alemania. Por esos años, además, durante una de las fiestas nocturnas que tanto amaba, Mandl se hizo amigo del príncipe austríaco Ernst Rüdiger Starhemberg, quien sería vicecanciller de Austria, dirigente de la Heimwehr, y tan parrandero, mujeriego y amigo de las copas como Mandl.

Su posición social no evitaría, sin embargo, que tras la anexión de Austria por Alemania, tuviera que huir de su país para evitar ser llevado a un campo de concentración como ocurrió con los austrofascistas. La Hirtenberger fue expropiada al igual que todos sus bienes tras ser acusado Mandl de “alta traición” por la Gestapo. No obstante, conocedor de los manejos financieros, pudo desviar parte de su fortuna, y, hallándose en Francia, emigró en 1938 a la Argentina, donde su empresa tenía negocios desde muchos años atrás.

En nuestro país, trató de revitalizar viejos lazos, como por ejemplo los que tenía con Basilio Pertiné, ministro de Guerra hasta 1938, luego presidente del Círculo Militar, intendente de la ciudad de Buenos Aires, y director de la empresa Siemens- Schukert S.A.

Fritz Mandl invirtió en empresas agrícolas, compró una mina de carbón en Mendoza y la cuarta parte de la compañía naviera Mihanovich. A la vez, realizó negocios en otros países, entre ellos Estados Unidos, donde compró una productora cinematográfica y una cervecería, por ejemplo.

Con la ciudadanía argentina, que le fue otorgada el 29 de abril de 1942 bajo el gobierno del radical Roberto Ortiz, Mandl compró la fábrica de bicicletas “Cometa S.A.” de la localidad de San Martín. Fue por esos años que comenzó a poner su ojo en IMPA, que ya fabricaba bienes de metales no ferrosos para el mercado interno, así como municiones y pertrechos para el ejército, aviones e incluso, bicicletas.

Fritz Mandl no perdió tiempo e hizo las gestiones necesarias para adquirir una parte de IMPA. Es así como durante 1943 adquirió las acciones que estaban en manos de Vera Forum de Lienau, viuda de Roberto Lienau, uno de los fundadores de la empresa, como también, compró sus partes a pequeños accionistas. De esa forma y a despecho de José Mario Sueiro (fundador y director de la firma), Mandl pasó a ser socio mayoritario de IMPA figurando oficialmente como parte del directorio desde octubre de 1943.

Al poco tiempo, Mandl logró fusionar “Cometa S.A.” con IMPA, y la fábrica de San Martín se reconvirtió en “IMPA armamentos”, una de las cuatro sedes que tendría la empresa (junto con IMPA Quilmes, IMPA Ciudadela e IMPA Almagro).

Pero no todo resultó tan promisorio para Fritz Mandl. Lejos de la persecución nazi, se encontraba ahora, por sus negocios y relaciones (amistosas y comerciales), en la mira del FBI y del Foreign Office británico. Bajo la sombra de la II Guerra Mundial, su figura era señalada como la de un agente al servicio del nazismo, y en el marco de los intereses comerciales de Estados Unidos por obtener el mercado local ocupado por compañías alemanas, las empresas de Mandl se encontraban en medio de una fuerte investigación. Tal es así que, tanto Fritz Mandl como IMPA fueron incluidos en una lista negra por el gobierno estadounidense.

Frente a esa marea de presiones, sumado a que el gobierno argentino consideraba fundamental sostener las industrias estratégicas de cara a un contexto de guerra, Mandl tuvo que alejarse de IMPA y finalmente vender sus acciones en 1944. De esa manera, IMPA volvió bajo el control de su fundador José Mario Sueiro, aunque no por mucho tiempo: el gobierno de Farrell la intervino en 1945 y la expropió definitivamente en 1946.

La errática vida de Fritz Mandl continuó por unos años en la Argentina sin que en nuestro país o el exterior se pudiera probar su calidad de agente nazi, y, finalmente en 1955 volvió a su Austria natal.

Su figura se paseó por los pasillos de IMPA por menos de un año, pero, bajo la sombra de la Guerra, fue suficiente para identificar equivocadamente a nuestra fábrica con un falso origen alemán.

Nicolás Ricatti. Equipo Museo IMPA

RELATOS MUSEO IMPA #1

FOTOS PAGINA

A Raúl Míguez, in memoriam

“Los trabajadores de la metalúrgica recuperada ya saben que el Museo IMPA es el lugar donde preservar y objetivar la memoria colectiva, el patrimonio material y simbólico del grupo fabril. Por eso, en 2014, Eduardo Murúa, uno de los principales referentes de la recuperación de la fábrica y fundador del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, donó al Museo IMPA un conjunto de fotografías que estaban en los cajones de su escritorio. Algunas de ellas mostraban a trabajadores de brazos cruzados, mirando la cámara, en una actitud firme, casi desafiante; otras mostraban diferentes situaciones y espacios fabriles, pero todas eran muy buenas tomas. Desde entonces, en el equipo museo, la cuestión fue imaginar cómo podrían mostrarse esas imágenes, para que formen parte de las colecciones que se exhiben en las aperturas a la comunidad.

Recién, en julio de 2015, cuando llegó un nuevo grupo de pasantes de la Escuela Nacional de Museología, comenzó la tarea de identificar a los trabajadores que se veían en las fotos. Fabiola Szopa y Stella Santiago, en su primer día de trabajo, se reunieron con Raúl Miguez y con Horacio Vera, quienes fueron nombrando a sus compañeros e identificando lugares y escenas.

No todas las personas fotografiadas se encontraban trabajando por entonces en la metalúrgica, tampoco había imágenes suficientes que pudieran dar cuenta de la totalidad de integrantes con que cuenta el grupo fabril actual. Por eso, la idea fue preguntarles a ellos mismos si querían mostrar las fotos tal como estaban o si pensaban que era mejor intervenirlas o hacer nuevas tomas para completar. Para entonces, Stella ya se estaba ocupando de ampliar y modificar las imágenes y, a modo de prueba, se habían impreso algunas.

Entonces, mientras se tomaba la decisión de mostrar solo las fotos que tuvieran imágenes de compañeros y compañeras que actualmente estuvieran trabajando en IMPA, Marcelo Castillo, Presidente de la Empresa Recuperada, recordó que tenía más fotografías tomadas por el mismo o la misma fotógrafa, de quien –hasta ese momento- se ignoraba el nombre y cualquier otro tipo de dato. Fue trayendo fotografías, algunas repetidas, pero… finalmente apareció un sobre con los datos de la fotógrafa Xela Herridge-Meyer. Realmente, ¡fue una alegría!

Rápidamente, Stella envió un mail a la dirección electrónica que estaba en el sobre y, afortunadamente, el Museo IMPA obtuvo una respuesta rápida en la que la fotógrafa consentía mostrar su material. Por eso, ahora contamos con el link enviado por la autora para que nuestros amigos y amigas puedan conocer un poco más de la vida de los trabajadores que recuperaron la empresa hace ya 17 años.

Si van al link, van a encontrar una serie de fotografías, no todas corresponden a la empresa recuperada, pero así las seleccionó y las muestra su autora.

Encontra las fotos: http://rainatfour.tumblr.com/

IMPA una fábrica de alto vuelo

Hace 72 años los trabajadores de IMPA concretaron una de las mayores proezas técnicas de la fábrica del barrio de Almagro: la construcción del avión IMPA RR-11, el primero de una serie de prototipos que convertiría a IMPA en la primera fábrica privada de aviones de la Argentina.

La iniciativa había surgido de los sueños del fundador de la empresa, el ing. José Mario Sueiro, quien en medio del contexto de la Segunda Guerra Mundial, decidió incursionar en la industria aeronáutica.
Para ello contrató al especialista español Alfredo Davins Ferrer, a quien había conocido en París, y que ya tenía experiencia en la industria aeronáutica francesa. Davins Ferrer realizó el diseño del prototipo y supervisó la construcción del mismo que se llevó a cabo en el 4° piso de la fábrica.

Trabajando sin cesar, los obreros de IMPA no solo desarrollaron el cuerpo del avión, sino también su instrumental: velocímetros, taquímetros, brújulas, etc. La novedosa tarea fue tal que al terminarlo notaron que no había forma de sacarlo a la calle: un vecino recuerda aun cómo rompieron una de las paredes de la fábrica para poder sacarlo.

El IMPA RR-11 “construido totalmente en nuestro país, con materia prima y obreros argentinos“ como gustaba decir al ing. Sueiro, fue una “sensación” para la época y su vuelo inaugural del 25 de julio de 1942 en el aeródromo de Pacheco, fue noticia en los principales diarios argentinos.
Del evento participaron miembros de la empresa; autoridades nacionales, como el director de Fabricaciones Militares, coronel Savio y el director de aeronáutica civil, Dr. Samuel Bosch; y el presidente de la UIA, Luis Colombo. Además del piloto sr. Ciro Comi que hizo la prueba inaugural.

De esa forma, IMPA dio inicio a una línea de producción aeronáutica que continuó con el prototipo IMPA RR-12D, el IMPA RR-13D, el IMPA Tu Sa, el IMPA Chorlito, el Impita, y la apertura en 1944 de una sede en la localidad de Quilmes dedicada exclusivamente a esa producción.

CARACTERÍSTICAS DEL IMPA RR-11:
Monoplano de ala baja cantiléver, biplaza.
Motor Lycoming 0-145-B2 (65 HP)
Envergadura:11,05 m.
Largo: 7,42 m.
Superficie alar: 13 m²
Coef. Seguridad  7
Techo máximo:  5.000 m.
Velocidad Máxima 162 km/h
Velocidad a potencia de performance: 155 km/h
Velocidad crucero: 143 km/h
Autonomía: 5:00h
Coef. Seguridad: 7

AVION

Bibliografía:
Ahora. Periódico Ilustrado. Año VIII, N° 742, Julio 31 de 1942.
Revista IMPA Año 1, N° 1, Abril 1 de 1945
Sale, Atilio. “Aviones Argentinos”. Editorial CID. Buenos Aires, 1987.

Testimonio {1}

“Tenía incorporado el ruido de las máquinas, como tenía incorporado el tren. Era algo como que te acompañaba, lo mismo que la sirena de la fábrica”.

Ana María, vecina y amiga de IMPA Almagro

Luisa Hubeli, extrabajadora de IMPA visitó el Museo IMPA

Con motivo del lanzamiento de nuestra primera revista «Museo IMPA», Luisa Hubeli, extrabajadora de IMPA entre 1938 y 1940 visitó nuestras instalaciones y nos donó una polvera que le habían regalado en la fábrica el día que cumplió 15 años y ahora es parte del patrimonio del Museo. (Foto ©Carlos Mamud)

«Tres hermanos trabajaron acá, conmigo cuatro. Empecé a trabajar entre los catorce y los quince, eso, más o menos. Llegué por mi hermano, porque fue mi hermano marinero [jubilado de la Marina] que tenía, él me buscó, para trabajar cama adentro, de allá del campo, estábamos entremedio de los campos, allá. Entonces, mi hermano el mayor me dijo: ‘Bueno, te llevo a la IMPA, para que trabajes en la IMPA’. Me trajo, me hizo entrar mi hermano, Alberto. Yo estuve viviendo con él, ahí [señala una casa frente a la fábrica], me cuidaban porque extrañaba mucho yo lo que dejé allá. Antes vivía en Villa Miné, pasando Tostado. Extrañaba porque estaba mi hermana ahí. Yo vivía enfrente a la fábrica, una vez me levanté dormida, que había un milico acá y me llevó de vuelta. Era una casa baja, no una casa alta, como está ahora ahí, era un conventillo, yo tengo las fotos todas sacadas aquí. Yo cruzaba y venía a trabajar, estaba mi hermano ahí afuera, me esperaba y así entraba». (Entrevista a Luisa Hubeli, publicada en Revista Museo IMPA Nro 1 / Noviembre 2013)

“El mudo” y dos de los hermanos Hubeli, trabajadores de IMPA de la primera etapa en la puerta de la fábrica. Foto: Archivo Familia Hubeli
“El mudo” y dos de los hermanos Hubeli, trabajadores de IMPA de la primera etapa en la puerta de la fábrica. Foto: Archivo Familia Hubeli

El coronel Perón visita IMPA*

ImagenFuente: <Revista “Argentina Fabril” Año LVII, Nº 901, enero de 1944>

Hacia fines de 1943, los vínculos entre IMPA y el gobierno militar se hallaban en plena expansión. El 4 de junio, día del golpe de Estado, Fabricaciones Militares encargó la manufactura de 100.000 vainas de cartuchos Mauser 7.65 mm.

 Si bien los precios cotizados por IMPA eran más elevados que el costo de producción de la industria estatal, el general Savio justificó la erogación argumentando que era necesario “mantener la capacidad productiva y técnica de la firma” como parte de su proyecto mixto (estatal-privado) de defensa nacional.(1)

 Después de producido el golpe, y como resultado de las conversaciones mantenidas en el mes de marzo, Savio presentó a Mandl ante el presidente Ramírez y el vicepresidente Farrell, a efectos de que el empresario austríaco expusiera su proyecto para una industria armamentista autónoma nacional. Farrell se interesó y decidió hacer una visita a IMPA, acompañado por el comodoro Bartolomé de la Colina, para interiorizarse sobre los procesos internos y analizar las potencialidades de la empresa; los recibió y guió a través de la planta el ingeniero Sueiro, para explicarles los diferentes aspectos técnicos de la producción. Sueiro estaba interesado, además, en demostrar que su política social para con los empleados de la empresa estaba en plena sintonía con la nueva estrategia laboral del gobierno; para ello, invitó a los altos funcionarios a compartir el almuerzo diario con el personal, consistente en el “plato único” servido gratuitamente a los trabajadores en el comedor de la empresa.(2)

 La visita debió haber causado muy buena impresión en Farrell y de la Colina, y se puede conjeturar que el primero la comentó favorablemente al coronel Perón; porque poco antes de la Navidad, el entonces jefe de la Secretaría de Guerra y flamante Secretario de Trabajo y Previsión efectuó a su vez una visita formal a IMPA.

 El evento, que tuvo lugar el jueves  23 de diciembre de 1943, revestía una gran importancia para todas las partes, y fue preparado con toda minuciosidad. Perón llegó hacia el mediodía acompañado del subsecretario de Trabajo y Previsión, mayor Fernando González, y otros cuatro oficiales. Los recibieron Sueiro, Mandl y demás miembros del directorio, quienes llevaron a los invitados al comedor obrero, donde les aguardaban los reporteros de prensa y todo el personal de la fábrica.

 Había una gran expectativa por conocer en persona a ese coronel que había hablado tan bien al asumir la Secretaría de Trabajo y Previsión, el pasado 2 de diciembre. Según los diarios de época, la irrupción de Perón y sus oficiales en el recinto fue recibida “con grandes aplausos y vítores al ejército y a la patria”.(3)  Más moderado, el órgano de prensa de la Unión Industrial Argentina (UIA) —en la cual Sueiro ocupaba el cargo de Consejero Titular—, consignó que “el almuerzo transcurrió en un ambiente de entusiasmo y cordialidad excepcional”.(4)

 Las largas mesas fueron dispuestas en forma paralela, a lo largo del salón; ninguna de ellas fue colocada de manera diferenciada, diseño espacial que sugería una imagen igualitaria. Perón, en su carácter de invitado especial, fue ubicado a la mitad de la última mesa, de espaldas a la pared; Sueiro se sentó a su derecha, y Mandl a su izquierda.

El plato único del día, que mereció elogios de la prensa—“tan abundante como sabroso”(5)—, consistió en pesceto con papas y chauchas.

 Al servirse la fruta de postre, el ingeniero Sueiro pronunció un largo discurso, en el cual vertió con sinceridad sus puntos de vista, anhelos y ambiciones. Comenzó diciendo que el hecho de hallarse un alto funcionario de gobierno compartiendo el almuerzo con  patrones y trabajadores, demostraba “que se han roto los prejuicios de casta y dinastía, y que el obrero argentino se incorpora, en igualdad de condiciones y protegido oficialmente, en la colectividad ciudadana”.

 Entusiasmado por el ambiente favorable que se había creado, anunció exultante que durante “todos los jueves de este verano se servirá, gratuitamente como de costumbre, el mismo plato que el servido en el día de hoy, y que se denominará “plato del coronel  Perón”.

 Luego tomó frases del discurso de Perón del 2 de diciembre, para aludir indirectamente a la militancia comunista de la fábrica: “la lucha «contra los verdaderos enemigos sociales» traerá el alejamiento de polémicas y disputas, fomentadas por elementos que desconocen la dura labor cotidiana  (…)  mercantilismo mercenario (…)  enemigo del trabajo, que escudado con argumentos sofísticos, vive explotando alevosamente esta honrada legión de obreros”, para resaltar cuáles debían ser las nuevas reglas de juego: “Las justas aspiraciones de la masa trabajadora y el necesario entendimiento con sus patronos deberá surgir —como acertadamente lo ha expuesto el coronel Perón— de la inteligencia indispensable y directa de ambas ramas productoras, bajo la fiscalización imparcial y justiciera del Departamento Nacional del Trabajo  ”; política que no debía quedar expuesta a “mutilaciones provocadas para saciar apetitos personales y partidistas”.

 Luego hizo una breve mención de sus expectativas respecto a los proyectos oficiales para una política autónoma de defensa nacional: “nuestro glorioso ejército, fiel guardián de nuestra enseña patria (…) confía en esta legión industrial, fuente vital en la retaguardia, para conservar intacta nuestra soberanía  (…)  Nuestras industrias  (…)  han tenido que desenvolverse hasta el presente entre la apatía e indiferencia  (…)  confiando en que ha llegado la hora de la valorización argentina”.

 A continuación, comparó así a la oligarquía terrateniente argentina con la clase industrial, “…cuyos resultados y objetivos son más patrióticos que los de esos argentinos que añaden a la inercia el solo mérito de llevar una vida ociosa, derrochando cuantiosas sumas en ciudades extranjeras y menospreciando y denigrando lo que nuestro pueblo amasa con sudor y trabajo”.

 Antes de terminar su alocución, hizo un panegírico de “la recia personalidad del coronel Perón y su firme voluntad, puesta al servicio inquebrantable de la unión unánime de todos los trabajadores y patronos argentinos”, (que) “nos hace abrigar profundas esperanzas, de cuyos bienhechores frutos gozará la colectividad obrera argentina”.

 Finalmente cerró su extenso discurso anunciando que, en honor del visitante, “y conservando la vieja costumbre de la casa, este año, además del pan dulce tradicional, ofrecemos a nuestro personal una botella de sidra, que deberá ser bebida haciendo votos por la prosperidad de la patria y por la ventura personal del coronel Perón”.(6)

 Según La Razón, al terminar la alocución de Sueiro, y “ante la insistencia de los trabajadores”(7), Perón se dispuso a hablar.

 Cuando se puso de pie, se produjo “una ensordecedora ovación”,(8) en medio de la cual el joven coronel improvisó su discurso.

 Comenzó defendiéndose de algunas críticas de la derecha oligárquica, para la cual Perón representaba una suerte de avanzada del comunismo, diciendo que estaba “empeñado en una obra de verdadera regeneración social, que no debe atribuirse a ninguna ideología extraña”. A continuación, invitó a los obreros a “no ambicionar más ventajas que las que respondan a satisfacer las necesidades de una vida digna y sana”, para lo cual mencionó la austeridad de Esparta, cualidad que hizo a los habitantes de la antigua ciudad griega, “uno de los pueblos más completos de la historia”. Acto seguido, agradeció especialmente al ingeniero Sueiro “el placer de compartir la mesa con los obreros de IMPA”.

 “Ante ustedes” —siguió— “debo repetir lo que he expresado al hacerme cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Me avergüenzo de comprobar que el Estado argentino haya sido tan indiferente en materia de previsión social, que nada haya hecho efectivamente para que los obreros argentinos puedan gozar de los beneficios de una vivienda higiénica y confortable, contando con seguridades de asistencia en el porvenir”.

 Contó luego que “el Excmo. señor presidente de la Nación, general Ramírez” había prometido facilitar los medios para realizar las mejoras; y que por su parte, él había empezado a utilizar esos recursos, “para que de ningún modo se pueda dar un paso atrás”. Dijo también que “en un mes y veinte días de actuación hemos dado término a todos los conflictos obreros que se mantenían en el país, hallando soluciones que han sido aceptables tanto para obreros como patrones” y que, con tal criterio, “asentamos las bases de una relación solidaria entre el capital y el trabajo, que no serán transitorias, sino estable, permanentes; que asegurarán una armonía social de largo plazo. La creación de la Secretaría de trabajo y Previsión constituye una innovación en las estructuras del gobierno que tiende a la realización de tal política”.

Al terminar su discurso, Perón tuvo un gesto para con Sueiro: “Al desearles felices Navidades, debo agregar que cuando en sus hogares se haga honor al pan dulce y a la sidra que les obsequia IMPA, tengan un recuerdo para el ingeniero Sueiro, quien me merece el más alto concepto por la magnífica obra que realiza en la industrialización del país, y con quien puede asegurarse que sus obreros no tendrán jamás motivos de conflicto, dada su ecuanimidad y patriotismo”.(9)

 Es destacable que Perón no haya tocado el tema de la industria armamentista autónoma, limitándose a explayarse sobre su política social. Asimismo evitó hacer mención alguna sobre Fritz Mandl, personaje del cual —como se verá más adelante— conocía las características personales, y que no le había causado una buena impresión.

 Para el historiador Norberto Galasso, la importancia de este almuerzo en la historia del peronismo, radica en el hecho de haber sido ésa “la primera vez que Perón habla ante el reclamo espontáneo de un grupo de obreros”.(10)

 Pero la nueva política social, enarbolada por Sueiro en representación de los patronos y por Perón en nombre del Estado, no podía completarse sin la palabra del tercer actor en este drama: el personal obrero de IMPA. A tal efecto habló Virgilio Barrueco, el obrero “más antiguo de IMPA”, cerrando los discursos como último orador.

 Barrueco no ahorró elogio alguno para todos los representantes del poder presentes en la mesa. Dirigiéndose a Perón, dijo: “Coronel Perón: os comprendemos y os aplaudimos sin reservas, estáis empapado de vuestra noble misión y bajo vuestro auspicio el porvenir del obrero es casi un hecho luminoso…me honro en llamaros la buena estrella y la esperanza de los trabajadores argentinos”. Y continuó: “Y a vos que estáis presente junto a nuestro agasajado; a vos Sr. Mario Sueiro, quiero ofrendaros la sinceridad de algunas palabras a alusivas, vos que sois uno de los más grandes propulsores y el cerebro de la gigantesca y progresiva tarea de formación de la IMPA, que sin más esperanzas que la grandeza de la patria y sin más satisfacción que el cariño de nuestros obreros, de cuyos sentimientos me creo digno portavoz”.

 Y por último, se mostró zalamero y genuflexo con Mandl: “También me cabe el alto honor de destacar la figura de un gran accionista que se esfuerza en pro de nuestra magnífica industria sin más guía promisoria que los ideales del señor Sueiro. Una figura, repito, que pese al poco tiempo que hace que obra entre nosotros ya está vinculado con el progreso de IMPA, como la luz del sol con la mañana… he nombrado al señor Mandl”.(11)

 En rigor de verdad, es poco probable que Barrueco representara el sentir de todo el personal de la fábrica; sus edulcoradas palabras, pronunciadas en un lenguaje declamatorio y con un insufrible abuso de la forma castellana antigua, conformaron la única intervención insincera de la reunión.

 Una vez terminado el almuerzo los obreros volvieron a sus puestos de trabajo, mientras Sueiro y los técnicos de la empresa guiaban a Perón y sus oficiales en una recorrida por el interior del complejo fabril.

 En el camino, Sueiro tuvo oportunidad de destacar su orgullo por el reciente acto de entrega de premios del primer curso en la Escuela Técnica de IMPA, presidido por el coronel del arma de ingeniería Gregorio Tenreyro Bravo, a la sazón director de la Escuela Superior Técnica del Ejército.

 El ingeniero le contó a Perón que junto al diploma se premiaba a los alumnos con una “recompensa en metálico”, y que para el curso 1945 planeaba agregar “cursos específicos vinculados con la aeronáutica: aerodinámica, termodinámica, instrumental de navegación y resistencia de materiales.”(12)

 La jornada había sido un verdadero éxito; de esta manera, la relación de IMPA con el Ejército había avanzado en su consolidación.

 Ya el golpe de Estado del 4 de junio había mejorado notablemente esa relación. Durante el primer semestre del año 1943 (período 1º-01-1943 / 3-6-1943), IMPA le había vendido al Ministerio de Guerra apenas 3.582 marmitas de aluminio, 8.107 maquinitas de afeitar, 45 pares de espuelas metálicas, y 2 compuertas de aluminio.

 Pero a partir del día del golpe, las ventas del último semestre (4-6-1943 / 31- 12-1943) crecieron notablemente: el Ministerio de Guerra compró 107.000 vainas para cartuchos Mauser 7.65 mm, 31.350 caramañolas de aluminio, 9.784 marmitas de aluminio.

 Por otra parte, se le vendieron al Ministerio de Marina 26.102 pomos metálicos, 7.200 jaboneras de aluminio, 4.200 cajas de aluminio y 2 bombas de demolición. La Dirección del Material Aéreo del Ejército compró 161 fichas de contacto, y el Ministerio de Salud Pública – Trabajo y Previsión Social adquirió 20.000 tapas simples metálicas.(13)

 * Silva Horacio. “Informe sobre los orígenes de la fábrica IMPA”. Inédito. En este caso presentamos el capítulo VII “Apogeo y ocaso de IMPA”, retitulado.

(1)  ROUGIER, Marcelo:  Estado y empresarios de la industria del aluminio en la Argentina. Universidad Nacional de Quilmes, Bs. As., 2011. Cap. II.

(2) Revista IMPA – Publicación oficial de Industria Metalúrgica y Plástica S. A., 1º-04-1945.

(3) “Visitó el coronel Perón un establecimiento industrial”. En La Razón, 23-12-1943.

(4) Revista “Argentina Fabril” Año LVII, Nº 901, enero de 1944. (publicación de la UIA).

(6) Revista “Argentina Fabril” Año LVII, Nº 901, enero de 1944.

(8) Revista “Argentina Fabril” Año LVII, Nº 901, enero de 1944.

(9) Revista “Argentina Fabril” Año LVII, Nº 901, enero de 1944.

(10) GALASSO, Norberto: Perón: Formación, ascenso y caída: 1893-1955. Bs. As., Colihue, 2005).

(11) Revista “Argentina Fabril” Año LVII, Nº 901, enero de 1944.

(12) Revista IMPA – Publicación oficial de Industria Metalúrgica y Plástica S. A., 1º-04-1945.

(13) Archivo IMPA: Libro Diario de Ventas – ejercicio 31-12-1942 / 31-12-1943

Bicicletas «Ñandú»

Entre los diversos productos fabricados en la sede central de IMPA (Querandíes 4288), uno de los más populares fue la línea de bicicletas «Ñandú». Su producción comenzó a principios de la década del ’40 y en 1947 se amplió con la incorporación de la línea de bicicletas «Cometa».
Al igual que con los demás artículos de IMPA, las autoridades promocionaban las bicicletas destacando su cualidad de «producto nacional», realizado en una fábrica local y por trabajadores argentinos. También así para ganar mercados y difundir la marca, se recurrió a la participación en exposiciones industriales y al auspicio en 1944, de la Octava Carrera de los 6 Días del Luna Park, en la que ganó un equipo que utilizaba las bicicletas Ñandú.

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